Aquella tarde ella me pidió que le escribiera un poema que le curase el alma
unas líneas capaces de hilar los dos costados de la herida
el espacio entre cada indignación
la hora que se desliza entre dos pérdidas
Contrarrestar el olor de la muerte
Crear
un no-lugar refugio de la ruina, del derrumbe constante de los pasos
un instante: los segundos que tome a los párpados recorrer la hoja en búsqueda de palabras-alivio
Cada lectura
gota antídoto al dolor
perfora la superficie espesa del odio
Pequeño agujero
por el que entra la luna de día
La luz también sabe de tinieblas pero tranquila, le dije, mañana veremos el sol quemar la oscuridad de nuestros días.
A, con, y para mi prima Anita Ríos